¿Para qué sirven los Cerros?

Saúl Miranda Ramos
17 y 18 de Abril de 2013

La antropóloga Mapuche Jimena Pichinao me dijo en cierta ocasión que los pueblos originarios veneran, además de la naturaleza, a los cerros. En diversas cosmovisiones originarias de América Latina los cerros son vistos como sagrados. Hoy, después de haber vivido un hermoso atardecer sobre la pirámide de Cholula, bendigo a los cerros. Bendigo estos lugares que mis antepasados han venerado y a los cuales hoy puedo acercarme para meditar, reflexionar, soñar, hallar respuestas y agradecer.

Me ha sucedido que en el Cerro San Cristóbal en Santiago de Chile, cierta ocasión subí en compañía de mi amiga Nayeli Chávez. Estuvimos toda una tarde arriba. Algunas veces platicando, otras tomando fotos y otras más en silencio mirando el horizonte. Vimos como se encendieron las luces de la ciudad y el sol se escondió detrás de la cordillera de los Andes. El cielo se tornó violeta. Lo cierto es que el Saúl que subió no fue el mismo que bajó. Allá arriba sucedió algo que, producto de conversaciones con su terapeuta, le cambió la vida. Al fin, esa tarde-noche se animó a hacer lo que siempre había querido y había evitado por sentirse incompetente. Un baño de esperanzas se produjo esa tarde en el cerro y desde entonces su vida es distinta.

Por otro lado, en el Cerro de San Lorenzo en Ciudad Nezahualcóyotl es otra altura grandiosa. Las primeras veces que fui a la gran Ciudad de México-Tenochtitlan fue para hacer mis primeras gestiones en el deseo de, algún día, subirme a un avión y ver que hay más allá. Entré a la ciudad donde vive el poder, proveniente desde mi hermosa Sierra Nahuatl. Hice los trámites que tenía que hacer; entre ellos entrar a la cámara de diputados a hacer solicitudes, a la Secretaría de Relaciones Exteriores, al Ciesas, al Instituto Mexicano de la Juventud... a tantas oficinas. La mayoría la respuesta eran un rotundo NO. Por las noches subía a la azotea de la casa donde viví mi niñez, desde ahí miraba las luces de la ciudad, el cerro de San Lorenzo y contemplaba el despegue y aterrizaje de aviones. Mientras tanto escuchaba la canción The eye in the sky. Me preguntaba ¿Cuándo será el día en que yo pueda volar en un avión? Me indignaba darme cuenta de la desigualdad de oportunidades que hay en este México. Frente a ese cerro suspiré tan profundamente y soñé despierto.

Durante mi niñez y adolescencia, solía visitar un potrero familiar que termina en un acantilado. En casa le llamamos el Cerro del potrero. Cada vez que me enojaba con mi familia, cada vez que yo estaba triste, cada vez que como adolescente no sabía qué hacer, me dirigía al cerro del potrero. Ahí podía llorar, gritar, contemplar el bosque selvático...verde muy verde; escuchar el sonido de las cascadas, el canto de las aves y las cigarras. Este es el lugar donde por primera vez me pregunté: ¿Qué habrá detrás de esas montañas? Desde siempre es uno de mis preferidos y a mis grandes amigas y amigos les he llevado a conocer. Lo conoce Nayely García, Nayeli Chávez, Citlali,Iván, Elvia, Óscar, Evelyn; me encanta que la gente que quiero, lo conozca. Las veces que he tenido que dejar mi pueblo he ido a llorar mis despedidas ahí, cuando a los 17 salí para estudiar la universidad, cuando salí a estudiar el postgrado.... me sentía con el compromiso de decirle: volveré.

El Cerro del Machupicchu me permitió pensar en la historia del pueblo Inca, en su relación con la historia del pueblo Azteca. En lo más alto del cerro pensé en mi abuela, pensé en mi madre, pensé en mis antepasados totonacas y náhuas. Uno de los momentos más emotivos, cuando la piel se me puso chinita, cuando mi cuerpo entero vibró fue al ver danzantes del Cañón del Colca. Eran danzantes como los de mi pueblo pero en un lugar lejano. Estoy tan seguro que los indígenas Latinoamericanos somos tan iguales y tan distintos. Me sentí en éxtasis cuando me invitaron a bailar con ellos. Frente al Guaynapicchu suspiré y agradecí por todo lo afortunado que he sido.

Hoy en la Pirámide de Cholula, vi un atardecer más; hubo una transformación más. Esta vez me acompañaba la canción "no pares de soñar". ¿Que pensé esta vez? Ahora nuevos sueños se ataron a mí, nuevas esperanzas, nuevas ilusiones. Hoy supe que algo hermoso me espera; serán dos años de trabajo arduo. Este ocaso me hizo respirar hondo, me hizo retomar fuerzas, me hizo tirar pa`lante. Esta vez me sentí lleno de paz, me sentí con un futuro prometedor, me sentí con ganas de seguir soñando. Tomé muchas fotos, recordé a Citlali, a Norma, a Nay, a Sonia, a Óscar, a David, a Lupita, al principito y a Jonás. Pensé en mi madre y mi hermana y en lo ingrato que a veces soy con ellas. Arriba, escribí el boceto de un proyecto; me sentí con ganas de hacerlo desde ahí y promete ser uno muy bueno. Tomé fotos, escuché música… seguí pensando. Me sentí sanado, me encantó mirar nuevamente el encendido de las luces de la ciudad, el ocultamiento del sol detrás de los volcanes, pensar en mis logros obtenidos, en aquellos por obtener, en mi madre y sus palabras de aliento, en la belleza de la vida y en la sanación que los cerros sagrados me ofrecen.

Que ¿para qué sirven los cerros? Tal vez sirven para comunicarse con uno mismo, para soñar, para anhelar y para que se hagan realidad esos sueños. Eso es lo que me han enseñado las ancestrales culturas originarias por lo tanto hoy respeto estos centros ceremoniales que, además, son hermosos al caer el sol. Cada vez que puedas visita un cerro, seguramente las energías del pasado y del presente puedan unirse a ti para construir algo bello.

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